viernes, 4 de noviembre de 2011

COVALEDA, Soria

Está fresco el pinar de Covaleda
en la mañana grave;
Urbión cuida celoso de su nieve;
unos caballos pacen;
un niño canta, un niño canta, un niño que pasa canta... 

¿Nace la vida? ¿ Empieza todo ?
(Todo sigue, Dios mío entre las márgenes
doradas, bajo el agua que madruga,
sobre la luz temprana de los árboles.
Pero aquí está mi muerto, aquí mi árbol
tendido ayer: el hacha es implacable).


(Fragmento de "Elegía a Covaleda", José García Nieto)




- ¡Ya queda poco! ¡Estamos llegando! 

- ¡Qué pueblos tan chicos hay en Soria! Estoy asombrado, si apenas son una docena de casas...

- Así es Soria, un rincón paradisíaco donde la población no crece. En Soria se da la densidad menor de toda España (sólo 9 habitantes por kilómetro cuadrado) y una tasa de natalidad negativa. 

- Y, ¿eso por qué es?

- Los jóvenes emigran, aquí apenas hay industrias y pocos lugares de ocio. Soria se halla lejos de todas partes: del mar, de las grandes urbes nacionales, de las principales rutas turísticas. Y más en esta zona de pinares por las que atravesamos, estas carreteras solamente las usamos quienes venimos a estos pequeños pueblecitos. 

- Está claro. Si en tiempos de las Revoluciones Industriales no teníais puerto ni materias primas quedásteis al margen del progreso. Estas tierras son pobres.

- Efectivamente, aquí sólo crecen los pinos. Es inútil plantar verduras o frutales, dan poco resultado. Y hace frío, mucho. 

- Pues no lo parece, estaremos a unos 25 grados.

- Claro, mientras el resto de la península se asfixia a 40 grados, aquí estamos a 25. Natural. Pero ya te diré en diciembre, ese río que nos acompaña todo el trayecto se hiela por completo. 

- ¡No me lo puedo creer! Pero si toda la ribera del Duero es preciosa, para nada indica que se pueda helar.

- Pues sí. Y este asfalto, por el que vas un poquito deprisa para mi gusto, también. Y estas montañas que nos tapan el horizonte se cubren de nieve. Algunos pueblos llegan a quedar aislados... Suerte hemos tenido de venir en estas fechas porque en los pinares de Soria hace frío siempre. 

- ¡Qué nombre más raro tenía ese pueblo que hemos cruzado!

- ¿Salduero? Pues eso, porque una vez el Duero se salió... ¿a que era bonito? 

- Eso sí, pequeño pero precioso.

- Después vendremos a comer aquí. Hay un par de fogones buenísimos, pero nosotros hemos quedado en Las Nieves. Luego cruzaremos el Duero sobre piedras y contemplaremos la belleza de un casco viejo minúsculo pero encantador. 

- Sí, parecía muy bonito. Intuyo por lo que me dices que Covaleda está cerca.
- Así es...

- Pues, avísame, porque seguro que me la paso. Estos pueblos son tan enanos que... 

- ¡Oye, chico! Covaleda es una ciudad, con 2.051 habitantes. Puede que a tí te parezca poco, pero en esta provincia es la sexta población. Ten en cuenta que la capital sólo tiene 33.000 vecinos. 

- Vale, vale.. No te enfades, para estas sierras evidentemente es una gran ciudad... Ya estamos llegando. 

Estábamos en la zona norte de la provincia soriana, en pleno imperio del pinar. Entre las sierras de Urbión y la de Resomo.

Acurrucada junto al río Duero, en cuyas aguas contempla su belleza, el término municipal de Covaleda se extiende sobre
10.566 hectáreas, casi todas del pinar comunal que es mimado por los vecinos desde su punto más bajo, el río Duero a 1.183 metros, a su punto más alto, el pico Urbión a 2.229 metros

Llegando desde Soria se recomienda prudencia, demasiadas curvas. Las demás poblaciones del camino son cruzadas rápidamente, pues se hallan en llano, pero Covaleda es una ciudad diferente. 

Parece como si se resistiera a ser visitada, no da facilidades para ello y ha de ser muy fuerte y osado el caballero para penetrar en este recinto. Para empezar se esconde tras un recodo de la carretera. Tras rodearlo una ligera pendiente, Covaleda se halla sobre la hamaca de la ladera. En ella un letrero que anima al visitante: "Guardia Civil" (en realidad el cuartelillo está en la otra punta del pueblo, pero el cartel permanece para deleite de los recién llegados).
Si te da por pararte en estos momentos para admirar el paisaje, podrás notar el silencio que te rodea, ni siquiera el viento se atreve a molestar a Covaleda. Tan sólo, de fondo, tímidamente, el gran río, aquí apenas un arroyo. 

Y al otro lado, de la ribera, el cementerio. Curioso porque carece de nichos, todos los dinfuntos son inhumados bajo marmóreas lápidas familiares. Pequeño, apenas dos centenares de fosas. Sin una capilla adjunta ni alguna sala común, tan sólo un par de almacenes donde se guardan las herramientas del personal. Por no tener no tiene ni cubos de basura, la que se va generando se retira manualmente.

Pero, volvamos a Covaleda. Estamos en la entrada de un pueblo que no muestra ningún interés por sus visitantes. No hay ningún cartelón de bienvenida. Vamos subiendo pendiente, cruzando calles en las que la vida transcurre al margen de la carretera. En la parte central, en zona peatonal, la plaza mayor, donde confluyen los vecinos.

De forma cuadrangular, sobre grandes losas de piedra, presidida por el Ayuntamiento, acoge a casi todos los establecimientos de ocio de la ciudad, apenas media docena de bares y restaurantes donde se concentran los covaledenses durante casi todo el día. En la parte meridional de este espacio abierto un hórreo de extraño diseño, combinando la columna dórica de hormigón con una cubierta de madera de pino. En su parte norte un pequeño frontón, algo bajo, donde la juventud se desfoga dando raquetazos. 

Lo que más me llamó la atención de esta plaza mayor, en tiempos del Generalísimo y ahora de la Constitución, se la tranquilidad que en ella impera: nadie tiene prisas. Padres jugando con sus hijos o tomando tranquilamente un refresco, el tiempo pasa lentamente.

Y es que Covaleda es un pueblo muy especial. Una ciudad que no vive del turismo, sin apenas emigración ni inmigración, donde no existe el paro ni delincuencia. Puedes dejar tranquilamente cualquier cosa en la calle que nadie la va a tomar prestada. Un pueblo que vive aislado entre sus sierras, al margen del stress de la vida moderna y de preocupaciones económicas. Aquí a nadie le agobian las inquietudes dinerarias, pues todos tienen cubiertas sus necesidades básicas. 

Os lo explico. Hubo una vez un rey muy sabio al que llamaban Alfonso X que otorgó a esta ciudad Carta Puebla por la que todo su término municipal pasaba a ser propiedad comunal de sus vecinos. Este insólito hecho, que eliminaba los privilegios de los señores y daba el poder al burgo, fue ratificado por Felipe II en 1562.

En la práctica supone que la explotación del pinar se reparte equitativamente entre los habitantes de Covaleda en dos pagas anuales. Así pues, a los covaledenses les basta con complementar estos ingresos fijos con cualquier ocupación temporal. 

Al mismo tiempo esta dependencia del pinar supone que el monte es mimado como un hijo. Siempre está limpio, y a la señal de la campana acude todo el pueblo en masa a sofocar cualquier fuego primerizo. Ni se te ocurra encender una barbacoa por estos andurriales, ellos defienden lo suyo y seguro que acabas en el pilón (costumbre de la tierra, a la que no escapan ni los políticos locales). Si durante el 2005 han sido muchísimos los incendios que nos han asolado, en Covaleda ninguno.

En la parte más alta del pueblo la Iglesia, consagrada a María, de planta románica y alzado gótico. Tripartita, con varios retablos barrocos que contrastan en su exhuberancia con el sobrio estilo decorativo de sus molduras gigantes. 

Lo que más me llamó la atención de la misma es el gran número de racimos de uva que decoran las pilastras del retablo mayor. En esta zona donde nunca hubo viñas este motivo ornamental se explica desde el punto de vista mitológico. Es el atributo que el mundo grecolatino, y posteriormente el cristiano, utilizaba para mostrar signos de riqueza. 

En Covaleda todos son conscientes de su suerte. El pinar garantiza abundantes recursos para sus vecinos y para las arcas municipales. 

En las afueras de la iglesia, sobre una pequeña peña de la que en tiempos brotó un manantial, algunas tumbas excavadas de tiempos antiquísimos. Vestigios prehistóricos que nos hablan de remotos tiempos, como lo hace la cercana ruta del dinosaurio, donde se conservan las huellas de muchos de estos gigantescos animales.

Covaleda es un lugar muy tranquilo rodeado de encantos naturales. Como el paraje donde se instaló el Refugio de Pescadores, visita muy recomendable porque los ojos lo agradecerán. O como el Cañón del río Lobos, para cuyo recorrido es preferible entrar por Ucero. O como sus innumerables fuentes, en estos parajes las cantimploras son algo absurdo. O como la Laguna Negra, con sus leyendas de pozo sin fondo. O como el calvero donde se instaló el Campamento Francisco Franco. 

Fue una historia curiosa y que revela la personalidad de Covaleda. Franco quería montar un campamento junto al Duero en el pinar de Covaleda y el pueblo se negó a perder un centímetro del pinar del que vivían. El caudillo, cuya palabra era ley en el resto de España, tuvo que negociar con el alcalde local, quien sólo autorizó para dicho campamento un espacio circular donde, por razones que se ignoran, los pinos no crecen. Allí se instaló y cuando Franco fue a inaugurarlo, para sorpresa de todos, sobre el arco triunfal que en el centro se instaló había nacido un pequeño pino (que aún se conserva).

Pero no os vayáis a pensar que los vecinos de este pueblo no son hospitalarios, que no es así sino todo lo contrario. Son extremadamente amables, y lo son sinceramente porque no necesitan ser amables con los turistas. Si pasáis por las cercanías de Covaleda haced un alto en el camino, cualquier vecino os indicará cien sitios idóneos para disfrutar de la naturaleza, ya sea en automóvil, en bicicleta, a pie, a caballo, o como se os antoje.

Si deseais alojaros os recomiendo el Hostal Don Pancho, sobre todo por su cocina. Está junto a la plaza mayor, como casi todo en Covaleda. Más fama tiene el Hotel Pinar de Urbión pero, a pesar de sus precios, siempre está lleno.
También podéis optar por el cámping, junto al Duero, fuera de la ciudad. 

Algo que es indispensable que tengáis en cuenta es el clima. Continental.

Inviernos fríos, por debajo de 0 grados, desde octubre a marzo.

Veranos suaves, como consecuencia de las brisas de las montañas que asedian a Covaleda. 

En resumen, frío. En época veraniega cuando atardece conviene llevar alguna prenda de abrigo. En invierno se vive aislado, cerca de la chimenea o del radiador.

Las viviendas de esta zona son muy similares. Dos plantas, bajo cubierta a dos aguas de tejas. Zócalo de piedra, el resto de las paredes exteriores (muy gruesas) son de ladrillo forrado con lajas de piedra. Tanto ventanas como puertas de madera, nada de aglomerado ni chapa. 

Casas interiormente muy amplias, donde se percibe la escasa densidad soriana, con altillos donde se crían los avíos de la matanza y algunas cocinas de campana, recuerdos de siglso pasados.

Calles tranquilas, de doble sentido, sin semáforos, ni limitaciones de aparcamiento. 

Dicen algunos eruditos, de esos que escriben lo que piensan en libros, que el topónimo de Covaleda procede del mundo griego, que en unas cuevas cercanas (covas) habitaban mujeres (ledas) que alegraban la vida a las caravanas que por la zona pasaban.

Es una teoría desdichada, teniendo en cuenta que por estos caminos de montaña nunca ha pasado ninguna caravama, ¿para qué si por Covaleda no se va a ninguna parte? Presupone esta hipótesis la existencia en plena meseta de una colonia griega, lo que contradice toda la arqueología pues jamás se han encontrado pruebas de la existencia de un grupo griego en el interior. Y además es absolutamente ilógico que se instalasen en lugar tan solitario, que tuvo que ser repoblado durante la Reconquista medieval, cuando la población peninsular se concentraba en las costas. 

Esta hipótesis surgió del siglo pasado, cuando todos los fundaciones urbanas se explicaban con la llegada de algún héroe del mundo grecolatino. Años en que se explicaba la protohistoria peninsular por la aculturización del mundo orientalizante.

Los testimonios más antiguos proceden de la Edad del Bronce, según hachas halladas en Cueva Medrano que atestiguan la dedicación de la población autóctona a la caza de herbívoros. El poblamiento de Covaleda ha sido siempre escaso.

Ello explica el origen étnico de la actual población, que algunos emparentan con los bretones. Apoya esta tesis el muro ciclópeo de Paso de Arrieros, típicamente celta, y ciertas costumbres como la piedra andadera (o Grito de Merlin). Esta enorme piedra, dedicada al culto del dios innombrable del mundo celtibérico de quien no se podía hacer imagen alguna, se mueve si se le toca.
De hecho a muchos vecinos les gusta llamarse bretos, descendientes de una familia bretona.

También se ha hecho notar el parecido entre la fisonomía de los celtas y la de los covaledenses. Los hombres suelen tener cabeza pequeña, frente huidiza, orejas pequeñas, pelo moreno, cráneo braquicéfalo (el típicamente europeo en oposición al dolicocéfalo, típicamente mediterráneo y africano). Las mujeres suelen ser pálidas, ojos rasgados, pelo negro, nariz aguileña, labios delgados. Los niños suelen ser muy activos, pero esto es consecuencia de la altitud. 

Esta segunda hipótesis se aproxima muchísima a la realidad histórica. Aquí habitaban familias de cazadores hasta la llegada de tribus celtas que se mezclaron con ellos. Estos grupos de campesinos europeos se movían en oleadas, presionados por hostiles tribus centroasiáticas.

Este proceso emigratorio comenzó cuando los emperadores chinos decidieron eliminar la amenaza mogol del norte de su imperio. No sólo construyeron la famosa Muralla sino que enviaron inmensos ejércitos a exterminar a tan molestos vecinos. Consiguieron pacificar el Nepal a costa de que sus habitantes emigrasen hacia Europa, empujando en su caminar a las poblaciones que se iban encontrando. Y en efecto dominó los distintos pueblos, llamados "bárbaros" por los romanos posteriormente, comenzaron a desplazarse hacia Occidente. Así llegaron los celtas a la península, tras pasar por la Bretaña, donde muchos se instalaron, lo que explica las raíces culturales comunes. 

Una vez instalados en la meseta esta población mezcla de indígenas y celtas recibió la influencia de las culturas andaluzas, tartessos y turdetanos especialmente. Y lo que era un deambular de familias cazadoras se transformó en un poblado fortificado en un altozano y una estructura comunal que les facilitaba una diversificación de oficios y la solidaridad comunal en caso de necesidad.

Covaleda, resumiendo, fue la ciudad en la que cazadores paleolíticos y campesinos celtas se mezclaron para convivir conforme a la cultura tartésica. La historia les ha llamado pelendones y les considera celtibéricos, suponiéndose que esta tribu se extendió por esta margen del Duero.

Hecho significativo del carácter de este pueblo es Numantia, donde los pelendones prefirieron suicidarse antes de rendirse a Roma. 

Así es, en muy pocas palabras, Covaleda, un trozo de la historia donde sus vecinos viven de la solidaridad común. El pinar reparte anualmente sus beneficios entre los "hijos de Covaleda" y les asegura una tranquila subsistencia. Todo un ejemplo de cómo un pueblo sencillo ha sabido, sobre una tierra pobre que no permite la agricultura, vivir en paz.   

PLAYA DE VALDELAGRANA, El Puerto de Santa María


Dicen los poetas, y El Puerto de Santa María es cuna de algunos vates de gran renombre, que una playa es un trozo de tierra que se ha rendido a la atracción del mar, y como enamorada cae a sus pies fundiéndose con él en infinitos besos de amor.

Una playa es, indudablemente, un mundo aparte, donde no rigen las normas de las calles urbanas, donde sentimos que estamos dentro de otra dimensión, donde los elementos se funden en total armonía.

Los geógrafos, más pragmáticos ellos, niegan esta magia afirmando que sólo se trata del litoral erosionado por la continua acción de las mareas, fenómeno originado por la influencia gravitatoria de la Luna y los cambios de temperatura de las corrientes marinas. 

En cualquier caso lo cierto es que en cuanto las campanas marcan el amanecer de un día sin obligaciones laborales la mayor parte de los jerezanos se cargan con mil trastos y se marchan a pasar la jornada achicharrándose al sol en alguna playa cercana. Y digo yo que por algo será esa necesidad atávica e inconsciente de estar en una playa.

Así nació la fama de la playa de Valdelagrana, hasta hace un par de generaciones un simple trozo de litoral completamente abandonado, excepto por dunas, cangrejos y matorrales. El Puerto de Santa María cuenta con magníficas playas, como las de Fuenterrabía, Santa Catalina, La Calita, La Muralla, El Aculadero y La Puntilla. 

La de Santa Catalina es la más larga, 3.100 metros. La de La Puntilla una de las más conocidas por hallarse junto al casco urbano. Si alguna vez viajáis a El Puerto observad que el centro de esta población es la desembocadura del río Guadalete. Junto a esta arteria se hallan los espacios más turísticos de la ciudad: los dos paseos marítimos, los "cacharritos", los puestos de mariscos, la lonja, las marisquerías, el vaporcito Adriano III, etc.

En la punta opuesta a la entrada de El Puerto se halla la playa de La Puntilla. Al final de su paseo se halla un pequeño bar donde aún se conservan fotos de las tertulias que hace muy pocos años se celebraban allí. Entre esas imágenes retrospectivas hay varias fotografías del propio Alberti, que pasaba allí sus atardeceres. 

A mí la playa que más me gusta es la de La Calita, es la más segura para los niños porque tiene forma de atolón por lo que no alcanza profundidad peligrosa. Lo malo es que tienes que moverte con chanclas porque contiene muchos cantos rodados de gran tamaño, pero es una playa muy simpática porque al bajar la marea muchos peces quedan allí atrapados hasta la llegada liberadora de otra marea.

Pero más allá de la desembocadura, en dirección a Cádiz, se extiende un largo arenal que en razón de las magníficas playas anteriores casi nadie utilizaba. La razón de aquel abandono no se basaba sólo en la distancia a el Puerto sino en que por su posición geográfica el levante castigaba con dureza. 

El levante es un viento especial. En el resto de la península los vientos del este no suelen ser tan jodidos como éste. Aquí cuando sopla de componente este la masa de aire procede del norte de África. En consecuencia es un viento del desierto, cargado de arena y de calor, que tiene la desagradable costumbre de remover todo el suelo. Así, pues, nunca veréis a un habitual intentar comerse una tortilla de patatas en la playa de Valdelagrana, porque sabe que si se levanta el levante se va a "jartá" de arena.

Pero para los jerezanos que carecían, y carecen de playa, Valdelagrana era un tesoro y acogieron a esta playa como propia. Con el tiempo se ha convertido en una de las mejores playas de la provincia, paliado el levante en gran manera por los edificios que se han alzado como residencia veraniega. En sus bajos fueron apareciendo tiendas para suministro de los veraneantes y hoy se hallan casi todas en el paseo marítimo, uno de los más marchosos y baratos de todo el litoral español. 

Conozco esta playa desde hace años, pues era frecuentada por mi familia. Eran tiempos en que camino de la playa se formaba la marabunta (recuerdo una vez en que mi padre tomó el camino de regreso más temprano porque había un partido de la selección y tardamos dos horas en hacer 15 kilómetros). Veías a todo el mundo cargado con los trastos más inverosímiles, porque entonces se podían montar en la franja arenosa auténticas macrotiendas de campaña a base de lonas y de ingenio.

Nosotros éramos más sibaritas. En la parte más occidental de la playa había una serie de casetas de madera que se alquilaban por temporada. Eran pequeñas, no creo que más de 2 x 2 metros, pero en tan reducido espacio te cabían mil trastos que ya no era necesario llevar encima. 

Recuerdo que yo era muy pequeña y tan pronto llegábamos los hombres se instalaban en una mesa playera y se ponían a jugar al dominó (¡y así se tiraban hasta la hora de volver!). Las mujeres les iban poniendo cervecitas y tapitas, se divertían haciendo comidas. A los niños nos animaban a hacer castillitos en la arena y a darnos bañitos continuamente. Unos y otros nos divertíamos.

Esta playa de Valdelagrana, en tiempos como su propio nombre indica " valle de granados", mide algo más de dos kilómetros de longitud, teniendo una anchura media entre 70 y 80 metros. La pendiente es escasa, un 8% donde no se produce ningún salto inesperado por lo que es ideal para los menores. Carece de corrientes peligrosas y de trampas en el fondo, teniendo una arena fina y dorada. 

Algunos consideran un inconveniente suyo el que la temperatura del líquido elemento sea algo más alta de lo normal en zonas de arenas litorales. Por mi parte me parece perfecto, porque nunca me gustó bañarme en agua fría y así se evitan muchos cortes de digestión.

Es una playa muy limpia, la bandera azul de calidad europea parece haber sido diseñada para ella. Está muy cuidada, aunque algunos en la parte occidental entran en la arena incluso con los vehículos. Cuando la marea baja se forma la típica franja de restos de animales marinos, siendo el momento ideal para recoger conchas de curiosas formas. Algas muy pocas. Piedras es muy difícil encontrar, yo no me he tropezado nunca con ninguna. 

A todo lo largo de la playa de Valdelagrana existe, desde hace pocos años, un paseo marítimo de los más bonitos que he visto en España. Junto a él se permite la circulación rodada a escasa velocidad, por lo que si te desplazas en vehículo te recomiendo que uses las vías paralelas.

En la acera que mira al mar se ubican multitud de tiendas de todo tipo. Abundan los restaurantes, especializados en todo tipo de comidas, a precio muy asequible. Entre ellos son famosos el San José (en la parte oriental del paseo, sobre una amplia escalinata) y La Bolera (en la parte central del paseo). Son dos buffets a precios populares. La Bolera es el que más frecuento porque dispone de una gran aparcamiento, aunque la cocina del San José es superior (para mi gusto). 

Pero, además, de estos supermercados de la gastronomía puedes hallar todo tipo de servicios, porque Valdelagrana se ha transformado en una pequeña ciudad que vive mirando a su mar y con una gran afluencia turística. El único que no os recomiendo es la tienda de pollos asados que se halla frente al San José. Son muy lentos, y diciendo esto soy muy generosa.

Lo malo de esta urbanización es que el precio de las viviendas es alto (alto para lo que cuestan los pisos en esta provincia gaditana) y que en invierno parece una ciudad fantasma. Aunque esta tendencia empieza a romperse últimamente, porque se está pasando de alquilar pisos en verano a comprarlos como residencia, y eso está creando una comunidad fija de vecinos. 

La playa de Valdelagrana cuenta con todos los servicios.

Desde pasarelas hasta el borde del mar, hasta accesos con rampas para que ningún discapacitado tenga problemas para disfrutar de este paraíso.

Por supuesto, duchas, alquiler de hamacas y sombrillas, zona reservada para hidropedales, dos zonas balizadas para embarcaciones, balizamiento de límite de zona de baño (¡a 1.700 metros de la orilla!), dos torres de vigilancia, ambulancias, servicios de seguridad, servicios médicos, megafonía (8 postes con fibra de vidrio), bidones para basuras cada 200 metros, etc. 

Y cuatro kioskos con servicios higiénicos que proceden de la época en que el gobierno decidió quitar todos los chiringuitos en las playas. Invocando que eran un espacio comunal se retiraron las casetas (gestionadas por un empleado del cercano Hotel Caballo Blanco) y, poco después, se instalaron kioskos (que, casualmente, en casi todas partes eran de familiares de los políticos que decidían) que, al parecer, no entorpecían el espacio comunal.

Al final de la playa comienza otra playa, la de Levante, con más de 4 kilómetros de espacio casi virgen. Allí no hay edificaciones, sino dunas, matorrales y marismas. En una zona llena de caños y de cangrejos rojos (que han desplazado de las costas atlánticas al cangrejo nativo). Es fácil cogerlos, te esperas a que suba la marea y salen de sus agujeros. Cuando baja la ola se vuelven a esconder. Te basta fijarte dónde se ocultan y poner allí una red o algo así para que se enreden al pretender regresar. 

En esta playa de Levante, continuación natural de la playa de Valdelagrana, hay una zona nudista, aunque casi nunca hay nadie, siendo una zona especialmente tranquila para huir de la masificación de los domingos.

Por último recordarte que todos los servicios playeros cobran vigencia en la época de baños, aquí de 1 de mayo a 31 de octubre. Y recomendarte que te dirijas a la Oficina de Turismo que se halla en la parte oriental del paseo marítimo, porque están acostumbrados a tratar con todo tipo de turistas y seguro que te ayudarán a resolver cuantas dudas se te planteen. 

Y, si te asustan los precios de los alquileres, te recomiendo su cámping (donde incluso alquilan autocaravanas). La única pega que le encuentro a esta playa es el dicho levante. Así que ya sabes, si sopla fuerte acércate a alguna otra de las playas de El Puerto de Santa María, son todas maravillosas y llenas de gente amable y hospitalaria. No te arrepentirás.

jueves, 3 de noviembre de 2011

FERIA DEL CABALLO, Jerez de la Frontera


Fuente: elalmanaque.com
Somos hijos de nuestro pasado y, aunque en ocasiones presumamos de "modernos", seguimos anclados a nuestras tradiciones porque los ritos sociales forman parte de nuestras raíces. Y, como las plantas, nos alimentamos de ellas porque vivimos dentro de nuestro entorno y, mientras no nos regalen una isla solitaria en medio de algún océano que no venga en el mapa, no es posible vivir fuera de las normas sociales.

Sirva este parrafón para decir que existen una serie de leyes no escritas a las que todos estamos obligados a obedecer, so amenaza de ser excomulgados por la opinión pública y expulsados del lugar donde vivamos. 

Y aquí, en Jerez, en tiempos inmemoriales (concretamente en el siglo XV), se promulgó un bando por parte del Alcaide Mayor de la Muy Leal y Muy Noble Çibdad de Jerez de la Frontera que, en resumen, decía lo siguiente:

"Por encargo de don Alfonso X de Castiella, se ordena a todos los çiudadanos de esta çibdad que acudan al mercado de ganados que el rei ha tenido a bien conceder a esta çibdad, et que partiçipen en el mismo con jolgorio y alegría, et que rian mucho en voz alta. Y quien no lo hiciera será acusado de felón y expulsado de la çibdad." (Archivos Municipales, sección de legajos medievales, Archivo Histórico, Pza. del Banco, nº 1º). 

Cuando los "reconquistadores" tomaron la ciudad se repartieron los palacios y las tierras, y acto seguido pusieron en marcha un nuevo sistema económico. Hasta entonces los andalusíes se basaban en la agricultura y el comercio, pero los militares jubilados que se asentaron aquí no tenían intenciones de labrar los campos. Para ellos era más rentable la ganadería (todavía se reconocen las élites andaluzas porque son quienes crían toros o caballos en inmensos latifundios).

Fue necesario, pues, establecer ferias de ganado, normalmente en las entradas de las ciudades. Y así nació la Feria de Jerez, como tantas otras, como un lugar de intercambio y venta, actos que requerían del notario que daba fe de que la transacción había sido realizada.

Se regateaba durante horas, hasta llegar a un acuerdo en el precio que solía ser la mitad del que inicialmente pedía el comprador. Llegado a este punto bastaba un simple apretón de manos para confirmar la venta. Ya no era posible echarse atrás, eran tiempos en que la palabra era sagrada y nadie manchaba su honor. Otras épocas, evidentemente, ahora somos mucho más "modernos".

Y, tras discutir interminable, ambos se sentaban a "celebrar" la venta tomando una copa de vino blanco que actuaba de notario público del acto. Naturalmente a este rito social se invitaba a los amigos y a quienes habían ayudado en la operación. Y digo amigos, en masculino, porque a esas ferias de ganado, por mucho que se empeñase el rey sabio, no asistían las mujeres. Eran cosas de hombres, tanto el regateo como la borrachera posterior. En esto al menos hemos avanzado, porque ahora el corazón de la Feria es la mujer.

Con el tiempo fueron apareciendo algunas tascas rudimentarias, construidas con lonetas y madera, haciendo que ya no fuese necesario llevarse el vino a la feria. El mercado se convirtió en un espectáculo y toda la sociedad jerezana comenzó a asistir al evento. 

Al llegar el siglo XIX la economía deja de depender del sistema agropecuario y la Feria decae. Paulatinamente el número de cabezas se va reduciendo y el sector vitivinícola va cobrando mayor importancia. Aparecen las uvas del tipo Palomino y la construcción de un ramal férreo hacia el puerto más cercano desplaza el uso de las reatas. Cuando el campo se maquiniza sólo sobrevive el caballo.

Es tal la pérdida de importancia de la Feria de Ganados que la primera autoridad local la traslada a una explanada periférica, lejos de la principal entrada a la ciudad. Pero, a esas alturas, ya ha perdido su función ganadera, apenas se vende nada aunque las tascas rudimentarias han crecido en número y algunas grandes familias instalan su propio "chiringuito". 

Con la llegada de la democracia se fomentan las fiestas populares. Es el pan y circo de los romanos, pero en versión moderna. Así el alcalde Pedro Pacheco Herrera toma una serie de decisiones que han convertido a la Feria de Jerez en una de las mejores del mundo.

Derriba las casetas particulares de las grandes familias jerezanas, a las que sólo se podía acceder por invitación. Todas las casetas son de acceso libre.

Remodela el Parque González Hontoria, y lo rodea de un muro bícromo.

Encarga a una plantilla de jardineros el exorno de dicho parque.

Establece unas normas rígidas para quienes instalen casetas en la Feria del Caballo. Una fachada de calidad, servicios públicos, instalación eléctrica y cocina en condiciones, limpieza impecable, comportamiento correcto.

Las casetas que incumplen estas normas son multadas o no se vuelven a instalar en ningún otro mayo. Las que destacan consiguen prioridad a la hora de elegir el sitio.

Pone una iluminación a la altura del evento.

Potencia una Feria de Ganados paralela en el Palacio de Exposiciones anexo al Parque.

Desarrolla un amplio programa paralelo de actos hípicos, que se ha convertido en un referente internacional para el mundo ecuestre.
Y así un mercado al aire libre de ganados se ha ido transformando en la Feria del Caballo.

Domingo, 1 de mayo, 19:55 de la tarde. Expectación.
Cerca de 200.000 personas estábamos congregadas en recinto ferial, hablando en voz baja, mirando al cielo.

Bajo nuestros pies el albero, esa tierra amarilla novia del vino. A nuestros lados calles de casetas, estructuras de carton piedra destinadas a morir tras una semana de fiesta. 

- ¡Ahora! ¡Ahora!

Una voz impaciente se elevó sobre la marea humana y el rumor nos agitó en oleada. Todos los ojos se clavaron en las bombillas de colores, deseando captar el momento mágico en que se encediesen. 

Con la prueba del alumbrado comienza oficialmente la feria, aunque la caseta de UGT llevaba ya abierta dos semanas, haciendo "el agosto" con el personal que ha estado montando este escenario.

- ¡Ooooooooooooooooh! 

No sé por qué pero me sigue asombrando ver encenderse el alumbrado. Es el cohete silencioso tras el cual se desata la alegría. Los altavoces se llenan de sevillanas y comienza el gran espectáculo jerezano. Sobre algunos bidones se distribuyen las estatuas humanas. Las casetas desbordan optimismo.

Y comienza el ritual feriante. Lo primero dar una vuelta al recinto y cuando los pies lo soliciten hacer una "paradita" en alguna caseta. Tras el primer aperitivo procede dar la segunda vueltecita, tras la cual caerás sentado en alguna caseta que no esté a tope. El fino, el rebujito, la cerveza, acompañados de algo sólido para reponer fuerzas. La clásica tortilla, los pimientos fritos, el pescaíto, los montaditos, etc. 

Durante el día el recinto se llena de caballos y calesas de todo tipo. Eso sí impecablemente engalanados o el guardia de la entrada no los dejará pasar. A las 19 horas todos los equinos deben haber abandonados la zona de casetas.

El lunes es el día de los compromisos. Ese día las casetas invitan a comer, por lo que es habitual contemplar grandes grupos "poniéndose púos". 

El martes es el día de los niños, los cacharritos cuestan un euro por viaje. Familias con niños inundan el ferial.

El miércoles es el día de la mujer, asisten en grupos, vestidas de faralaes. 

El jueves fue el segundo día en que fui. Con unos amigos que me dieron escolta hasta la misma entrada del Parque. Es un buen día, aunque cuando cae la noche se hace difícil encontrar mesa vacía. Se abarrota todo.

El viernes se incorporan muchos visitantes que trabajan fuera y que, por ello, no pueden venir antes. 

El sábado es una pasada. La feria está llena todo el día, es un maremagnum en el que duré poco. Es el día grande y ya no existe la noche.

El domingo es el último día y se nota el cansancio. 

El lunes es día de desmontaje. Hasta el próximo mayo, hasta el próximo año. Es día de hacer balance, de hablar de lo caro que están los precios en la feria y de la mala calidad de las comidas, de relamerse de gusto con lo bien que se ha pasado y de empezar a mirar el calendario (porque ya falta menos para la próxima). Para unos pocos es momento de recoger rápidamente porque comienza el Rocío y la Virgen espera. Para la mayoría es la hora de mirar el bolsillo y empezar a echar cuentas para ver cómo se puede terminar el mes.

Tras varios años viniendo a la Feria de Jerez he acumulado cierta experiencia personal que paso a compartir con vosotros: 

- Aparca lejos, el parking de la Feria cuesta 6 euros por día.

- Aunque haya medio millón de personas a tu alrededor la Feria se puede convertir en un "muermo" si no vas acompañado. Recuerda que la Feria de Jerez está hecha no para beber, comer y bailar sino para compartir con los amigos. Procura ir siempre con varios amigos. 

- Todas las casetas son de acceso libre, por lo que elige cuidadosamente las que vayas a utilizar, las diferencias de precio son grandes y la calidad de la comida varía demasiado. Quienes somos de aquí no comemos en la Feria, allí simplemente se tapea, a la hora de almorzar o cenar salimos fuera. No es sólo cuestión de precio es que para comerte una tortilla congelada por 6 euros o una ración con 5 pimientos fritos por 8 es preferible sentarse en alguna venta o restaurante cercano donde el menú no pasa de 7 euros.

- En caso de duda, es fácil saber qué casetas son recomendables y cuáles no. Si está vacía es por algo. 

- Existe un servicio de guardería muy competente. 

- En Feria todo el mundo es amigo, si tu comportamiento no es correcto la policía te llevará a visitar sus calabozos. Lamentablemente el miércoles hubo una bronca en la Feria donde dos familias de etnia gitana se enzarzaron en una caseta, propiedad de una de ellas. Con el resultado de varios hospitalizados por arma blanca, algunos tiros y la caseta clausurada. 

- Las mujeres suelen ir con "traje de gitana", muchos hombres con ropa de jinete. Tú puedes ir como quieras pero recuerda que nadie soporta una feria si el calzado no es el adecuado. Llévate zapatos cómodos y, si es posible, unas zapatillas de repuesto. Ten en cuenta que en la feria se hacen muchos kilómetros.

- Llena la cartera, pero evita llevarla en un lugar detectable. Echate algunos billetes en algún sitio y ve pagando con ellos. Evita mostrar dónde tienes la cartera. 

- Si sabes montar puedes alquilar un caballo en algún box anexo a la Feria y pasearte sobre él. Los precios suelen ser aceptables, por una semana te pueden pedir sobre los 60 euros.

- Y, por último, si te decides a venir llámame. La Feria de Jerez fue creada para compartir, para hacer amigos, para unir palabras en un aire lleno de notas musicales, para sentirse persona por una semana. 

Es la Feria que más conozco y en la que me hallo a gusto. Se diferencia de otras en que todas las casetas son de acceso libre y gratuito. El inconveniente de esta medida es que los feriantes, pretendiendo ganar el máximo a una semana de jarana, suben precios y bajan calidad excesivamente.

Al final matarán a la gallina de los huevos de oro, pero mientras tanto que me quiten lo bailado.