martes, 21 de agosto de 2012

FIESTAS DE SAN JUAN, Soria


24 de junio de un año cualquiera de un siglo cualquiera, hace 5.000 años:

- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa aaaaaaaaaaaah!

Un escalofrío recorrió los bosques mientras el aullido de dolor se extinguía ahogado en sangre. Se acercaba el solsticio de verano.

Las risas de las vírgenes sagradas, embrutecidas por los alucinógenos, resonaron macabramente sobre un coro de gallos que cantaban a la luna. Un año más el ritual sacro se había cumplido, las sacerdotisas habian dado muerte a la víctima humana propiciatoria y, entre carcajadas motivadas por el exceso de setas consumidas, lo despedezaban.

- En el santo nombre de Gea, hágase la luz... En el santo nombre de Gea, hágase la vida... En el santo nombre de Gea, hágase...

La Luna, sonriendo abiertamente, asistía a la escena. Las vírgenes recitaban su letanía lentamente, pastosamente, mientras la víctima era transformada en carne de vida. Luego, cada una de las sacerdotisas cogió un trozo y corrió con él hacia un punto del horizonte.

Poco después los elementos de la naturaleza quedaron fecundados con la sangre de aquel sacrificio cruento y Gea, la diosa suprema, perdonó los pecados de los hombres. La noche, satisfecha la monoteísta divinidad, se evaporó rápidamente tanto que el 24 de junio, como siempre, se convirtió en la noche más corta del año. La especie llamada humana podía respirar tranquila, el castigo divino de la noche había sido retirado. Durante meses los días se fueron acortando y las tinieblas fueron ganando terreno, pero tras el sacrificio la tendencia debía invertirse.

El mundo había sido creado y existía bajo el dualismo luz-oscuridad. Bajo esa ideología se movían casi todas las civilizaciones del planeta y, anualmente en esas fechas, recurrían al sacrificio para ganar la voluntad de la deidad suprema. No son ideas tan extrañas, a fin de cuentas la mayor parte de la Tierra cree, actualmente, en religiones que se basan en la lucha entre la luz y la oscuridad. Y, como entonces, el bien siempre vence al mal.

La noche, ahora llamada de San Juan, significaba el punto de victoria sobre la noche. Y se festejaba el amanecer como se debía, considerando que la llegada de la cosecha estaba próxima. Y la cosecha era el maná que la diosa concedía anualmente para que los mortales sobrevivieran.

Un año más la humanidad estaba salvada por el sacrificio de un solo hombre. Nunca tan pocos salvaron a tantos.



24 de junio, de un año cualquiera de un siglo cualquiera, hace 3.500 años:


- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa aaaaaaaaaaaah!

Risotadas salvajes recorrían el calvero donde las sacerdotisas eran degolladas. La sangre pura de aquellas vírgenes recorría los surcos de los betilos augurando una nueva mañana. Los hombres se echaron las manos a la cabeza, pues los bárbaros habían profanado los ritos sacros, y no habría otro amanecer.

Pero el sol salió puntual, dejando a todos boquiabiertos. Evidentemente Gea aprobaba aquel comportamiento, quizás castigara a las sacerdotisas por haberse relajado en su vida.

Llegó otra cosecha, y los hombres llegados desde el frío se aposentaron en aquellas tierras. Se aparearon con mujeres meridional e impusieron su ley. Con ellos llegó un Dios Supremo, que se convirtió en consorte de la Diosa Suprema.

Aquellos hombres tenían costumbres poco civilizadas y no respetaban nada. Los hombres se mezclaron con los dioses, ahora humanizados, y se multiplicaron. Con el tiempo los dioses masculinos marginaron a los femeninos.

Sin duda tales aberraciones eran agradables para el Gran Dios, pues cada año seguía llegando puntualmente la victoria de la luz y nacían nuevas cosechas que les proporcionaban el alimento sin el cual no era posible sobrevivir.

Se mantenía la costumbre del sacrificio, pero aquellos bárbaros llegados desde el frío no respetaron el sacrosanto sacrificio humano y lo sustituyeron por el sacrificio de un animal. Aunque algunos pueblos, que habían conseguido evitar su conqusta, como los egipcios, fenicios e incas, seguían practicando el civilizado sacrificio humano, los bárbaros cometían sacrificios impíos.

Uno de ellos, que les agradaba sobremanera, era el del sacrificio, tras un ritual burlesco donde se mofaban de la víctima saltando sobre ella y golpeándola con sus lanzas, de un toro. Aquel manso y noble animal, desde siempre consagrada a la Gran Diosa, era matado en la playa en un coso formado por los escudos de los guerreros. Desde el cielo la Luna, la forma visible de la diosa, asistía consternada a la muerte de su favorito cuyas astas eran consideradas trofeos. Esas astas con forma de luna.

Luego se formaba una gran hoguera donde se asaba al toro, despedazándole en trozos, mientras los más bebidos saltaban imprudemente sobre el fuego entre los vítores de los comensales.



24 de junio de 2005


- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa aaaaaaaaaaaah!

Las 12 peñas entonaron el grito de guerra, vociferando a la luna. Los porrones se levantaron derramando zurracapote. Las fiestas de cada año comenzaban.

Soria, capital de la alegría, se preparaba para su fiesta grande, la de San Juan. Nos sentamos sobre el verde suelo, bajo un cielo de estrellas, y dimos buena cuenta de un nutritivo refrigerio. Los guerreros de las coplas sanjuaneras se retaban, como todos los años, dispuestos a morir en aquella incruenta batalla.


"Podrá faltarnos el pan
y podrá secarse el Duero,
pero arde Soria primero
si no hay fiestas de San Juan".

Soria, para esta exaltación de la fecundidad, se divide en doce barrios. Cada uno de ellos organiza una peña, cuadrilleros, jurados, mayordomos, secretarios, sacadores, etc.

El estreno se produce el primer domingo de mayo donde se celebra la fiesta del Catapán. Un segundo ensayo general se realiza en la Romería de Lavalenguas.

Y llegada la medianoche del 24 de junio Soria sale al monte de Valonsadero y comparte una comida al estilo tradicional, como siempre se ha hecho desde hace 5000 años, como muestran los dibujos rupestres de la Cañada Honda en la Dehesa de Valonsadero.

Tras la comida al calor del fuego la población saluda, alborozada la salida del Sol, el astro de la vida. Cada barrio, cinco días antes, ha comprado uno de los 12 toros que se van a lidiar el viernes, repitiendo un ritual mantenido desde hace 3.500 años. Mantenido con algunas interrupciones, a pesar del esfuerzo de las autoridades por eliminar esta antigua costumbre. La jerarquía eclesiástica ha llegado a dedicar las fiestas a la maternidad de la Virgen, solapando hábilmente la maternidad de Gea, y ahora las llaman de San Juan.

Pero la conciencia popular se sigue manteniendo fiel a los antiguos principios. y repite, ahora menos cruentamente, la costumbre celta del inhumano sacrificio del toro. Hasta tal punto ha calado el sustrato celta en la actual población que se reitera el esquema celtíbero de las doce tribus reunidas a la orilla del Duero.

El Miércoles, 29 de junio, la masa calla, a pesar de los vapores del zurracapote (esencialmente sangría de tinto con canela y frutas). El personaje elegido entona el Pregón a las once de la noche. Ya no queda excusa para divertirse.

El Jueves, 30 de junio, La Saca. Quienes se mantienen en pie marchan hacia el monte Valonsadero donde se hallan los doce toros que van a ser sacrificados. Es todo un espectáculo, porque el que puede lo hace en carroza o en caballo. En muy poco espacio se forma un aparcamiento descomunal y la muchedumbre acude a acompañar a toros y cabestros hasta la plaza de La Chata. Son sólo 6000 metros pero parece un mundo, sucediéndose los revolcones y los empujones entre gritos y risas. La risa, la alegria que desde siempre ha acompañado a esta fiesta de la luz.

El Viernes, 1 de julio, de Toros, se celebran dos corridas donde se realiza el sacrificio ritual de los toros, sin recurrir al tercio de picas, sin inutizarlos antes de las faenas.

El Sábado, 2 de julio, de Agés, se reparte una tajada cruda a cada cuadrilla y el resto de la carne de los doce animales es subastado. El Ayuntamiento interviene para que se cumpla la milenaria tradición: todos han de comer de la carne sagrada.

El Domingo, 3 de julio, llamado de Caridad por los obispos y de Calderas por el pueblo, se celebra la victoria de la luz. En época medieval las mesnadas volvían del frente andalusí y Soria se reunía en la Dehesa de San Andrés donde se compartían calderas llenas de carne de toro.

Al amanecer repican las campanas alegremente, despertando a Soria. Todos se visten con sus mejores galas y marchan a la Dehesa. El lugar está engalanado por artesanos municipales con charrerías florales y maquetas. Entre ellas el clásico muñeco de San Juan, cuyo final todos conocen.

Una vez allí se celebra la comida comunal, patrocinada por el Ayuntamiento que no puede permitir que alquien se quede sin comer.

Las peñas, que han llegado con dulzaineros, distribuyen entre los presentes el contenido de las calderas (carne de toro, huevos duros, pimientos) con un complemento de chorizo, pan y zurracapote. Todo soriano que se estime debe beber, o perderá para siempre su honor, un litro de zurracapote.
Tras la copiosa comida el ánimo invita a bailar y a divertirse con los chascarrillos y coplillas de las peñas.

El Lunes, 4 de julio, de Bailas. Continúa la fiesta. Nadie sabe cómo pero la noche pasó sin hacer ruido, tan sólo los más viejos se retiraron a descansar. La juventud no pudo porque la fiesta lo exige. Se dice que la moza sanjuanera marcea, porque Marzo es el mes en que la natalidad evoca ciertas promiscuidades.

Una vez entrado el día se realiza una festiva procesión por Soria y se merienda a orillas del Duero. Al anochecer toda Soria se traslada a la Plaza Mayor donde la banda municipal ambienta musicalmente la llegada del fin de las fiestas. Solemnemente todos cantan:




"Adios, adios, San Juan,
tus días ya se van,
adios, cuadrillas, jurados y mozas.
Adios, adios, San Juan,
tus días se van
cuatros, galleros y mozas.
Adios, adios, San Juan,
tus días ya se van
y nos quedamos llenitos de pena;
pena, penita que nos desconsuela
pensando que llega el Martes a Escuela;
pena, penita que nos desconsuela
pensando que llega el Martes a Escuela:"

Adios, San Juan, hasta el próximo año en que, por el bien de la humanidad, volveremos a comer del sacrificado para que vuelva a vencer la luz y se haga la vida.

3 comentarios:

  1. Una gran Entrada sobre una Gran Ciudad que tuve la Suerte de conocerla y callejearla.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Vaya entrada, de lujo, me has dejado perpleja.
    No conozco las fiestas de San Juan, y aunque creo que me pillan ya un poco mayor, si tengo ocasión me paso un año de estos.
    Besos

    ResponderEliminar
  3. ¡Toma ya! Pedazo de entrada y pedazo de envidia que me ha dado esto, que no lo conocía de nada. Y no será porque no he estado nunca en Soria, anda queeeeeeee...

    ResponderEliminar